miércoles, 10 de abril de 2013

Día de concierto - 2


 Queda una hora para la apertura de puertas.


Gente en pie, carcajadas de puro nervio, empujones cada vez menos sutiles. Empiezan a formarse cadenas humanas en plan barrera contra las que quieren adelantar. Te aferras entre dos amigas de tu grupo y os intercambiáis miradas alentadoras que os valentonen contra lo que se avecina.

Si ya habéis estado en un concierto de este estilo, ya sabéis a qué me refiero. Se abrirán las puertas, seguratas dando voces y bloqueando el paso, intentando imponerse en vano. Detrás tuya el gentío empujando como si hubiera un incendio, mientras intentas no perder el equilibrio por los escalones ni perder de vista a tu grupo. Como la integridad de una es lo primero, te fijas en los escalones y para cuando llegas a la pista, tus amigas se han evaporado. Tan sólo vez a gente corriendo, y tú corriendo con ellos. Esquivando a los de seguridad como si fuera un partido de rugby, te aceleras al ver a tu amiga gritando tu nombre (grito desgarrador donde los haya), aferrada a una valla, saludándote con una mano sin quitar ojo al de al lado no vaya a ser que se aproveche. Corres junto a ella, pasáis lista, lamentáis las bajas en vuestro grupo, pero a veces hay que perder para ganar. Intentáis localizarlas, os alegráis cuando las veis en otro trozo de valla. Lo habéis conseguido. Ahora tan sólo queda aguantar así unas... ¿3 horas? Porque entre que la gente entre, se coloque, publicidad por allí, publicidad por allá, que si un telonero, que si otro, ¡(e incluso un tercero!), más otra pausa la leche de larga antes del artista principal. Para entonces ha vuelto a suceder lo mismo que afuera: de tener una explanada donde poder sentarte e incluso recostarte, acabas encajonada casi de perfil entre tu amiga y una desconocida que te clava el codo en las costillas. No siempre a propósito. Pero la mayoría de los casos sí.

Y lo peor está por venir. El momento de la salida (triunfal o cutre salchichera, depende del artista y de la gira) provoca un efecto automático en toda la peña que tienes detrás. Se abalanzan hacia delante como si el escenario principal estuviera a 2 metros en vez de a 200. Desde mi propia experiencia, diré que esto suele suceder en un 95% de los casos en España y el 5% restante en Reino Unido. Spain is different. Me río cuando el artista jovencillo de turno dice que las fans españolas son muy pasionales, forma educada de decir: sabemos lo que hacéis y que estáis dispuestas a matar por una primera fila, y eso acojona. ¡Haber cogido susto, chatos!




Cuando los ves salir, ya te metes en otro mundo, donde cualquiera que ose romper esa burbuja, sea amiga o no, puede ser decapitada de un mordisco. En un primer momento no te crees que sean de carne y hueso, y que los tienes ahí enfrente. A 200 metros, pero ahí, respirando el aire que respiras (o al menos intentas). Luego ya ves más allá: ves a los bailarines, la decoración, la ropa que llevan, los efectos especiales,... Y empiezas a echar fotos a mansalva, como si no hubiera mañana. Fotos a 200 metros con cámara digital de zoom más bien penoso. Ahora en frío es cuando dices: es una tontería hacer fotos, no van a salir con esas condiciones. Pero te digo yo que con toda la emoción te olvidas de hasta cómo se hacen las fotos, y luego al verlas verás un pie de alguien que no sabes si es del técnico que pasaba por ahí o de tu artista. Sin embargo, cuando ya se es un poco más mayor, el primer subidón sigue estando ahí pero es más corto, y en plan maruja total continúas con tu amiga hablando de tal o cual bailarín, o el favorcillo que le haríais al técnico mientras no le quitas ojo al artista que está con la típica charla de bienvenida (gracias por venir, sois el mejor público, bla, bla, bla...).

Después, pues lo normal, el grupo de turno empieza con las canciones de su último álbum, empolladas por ti con ahínco para destrozarlas, pero bueno, entre más de 5.000 espectadores desafinando, al final parece que suena bien y todo. Luego están las canciones de los primeros discos o las clásicas y más significativas, donde las que más se emocionan suelen ser las que siguen a la banda desde más atrás en el tiempo. Y para terminar, una canción que supone, a veces, el apoteosis de todo el evento.




Y en cuanto te descuidas, te das cuenta, c'est fini! Se acabó. Te quedas con cara de tonta y sonrisa de gilipollas como cuando te despiertas al caer de la cama tras un sueño idílico. Lo normal tras tremenda guerra que supone acudir a un concierto de estas dimensiones y características, es caer en coma en la primera cosa donde te acurruques, sea un coche, una colchoneta o una cama. Lo que sea, cualquier cosa te sirve para dormir.