sábado, 17 de marzo de 2012

Día de concierto - 1



Llegó el gran día. No importa dónde, ni cómo, ni siquiera si has dormido la última noche. Hoy sólo existe una palabra, una idea, un concepto, un tema de conversación, un sueño: el concierto. No crees que haya llegado el día, si hace apenas unos meses andabas de un lado para otro buscando vuelos, descargando planos, y gastándote una millonada en teléfono móvil.

Pero ha llegado. Hoy es el gran día. Tienes lo imprescindible: algo de beber y algo de picar para las largas horas de espera en cola, unas cuantas capas de ropa si es invierno, el dinero, el móvil, la entrada, importantísima, el billete de vuelta al hotel, y la cámara de fotos para inmortalizar cada momento, y el escondite donde la vas a meter para cuando abran las puertas. Está todo planeado. Quedan 10 horas para la apertura de puertas.


Pero lo más importante, la entrada. Es lo primero que confirmas que está dentro de tu bolso, y que revisas cada cinco minutos no vaya a ser que le salgan patitas y prefiera irse de turismo a estar en el concierto. Y revisas la hora de apertura de puertas, y miras tu reloj, y observas cada movimiento de los guardias que empiezan a multiplicarse, y la gente de tu alrededor que comienza a armar escándalo, y estás atenta a los rumores sobre avistamientos de monovolúmenes con cristales tintados (“¿Serán ellos?”, “Los han visto en tal sitio”, “Ya han salido del hotel”, “¡Ya están ensayando!”), y algo se palpa en el ambiente. Cada vez más tensión, cada vez más risas nerviosas, más miradas con mensajes ocultos, más movimientos sospechosos de los de seguridad y de la tía que se te intenta colar, y gente que se levante y echa a correr en dirección a la parte trasera del recinto, y móviles sonando por doquier, y el pesado que hace reventa, y las que retocan a última hora la pancarta a todo correr. Puro estrés. Y quedan 5 horas para la apertura de puertas.

Las piernas te duelen, tienes el trasero plano de estar tanto tiempo sentada, el calor del sol es asfixiante, y la cabeza te marcha a mil por hora. Decides levantarte y dar una vuelta con alguien, para ver los alrededores y estirar las piernas. Y para probar a ver si suena la flauta y los ves. Obviamente no lo dices, pero lo piensas. Ahí vas tú, armada con tu cámara, haciendo fotos de todo por puro aburrimiento. Haces fotos al estadio desde todos los ángulos posibles, haces fotos a esa columna extraña cuya función no consigues ni imaginar, haces fotos a las piedras, a las flores, a tu acompañante haciendo el ganso, autofotos haciendo el ganso también, fotos de los dos haciendo el ganso al mismo tiempo, a la posible entrada por la que ha pasado o pasará la banda, a los camiones que traen y montan el escenario, al macizo que descarga cosas de él, a la posible puerta por la que te dan ganas de colarte, a esa misteriosa furgoneta oscura con cristales tintados… Y aún quedan 4 horas para la apertura de puertas.


 Vuelves a tu sitio, percatándote de que la gente ha empezado a levantarse. No hay nada que indique que vayan a prepararnos para entrar. Como siempre, te pones en lo peor. De pie lo tienen más fácil para colarse, seguro que es eso. Así que corres rauda a tu sitio, ese hueco que tenías para sentarte con las piernas estiradas y medio recostada ahora se ha convertido en un metro por un metro donde malamente te sientas con las piernas encogidas. Resoplas. La gente que está de pie a tu alrededor te da sombra, pero al estar más cerca, te da más calor, y eso si tienes la suerte de que no te pisen. Total, tú también acabas poniéndote de pie. Observas tu reloj, por si posees un poder oculto de telequinesis para que las agujas se muevan más rápido. Relees la entrada, por si acaso la entrada, como ente vivo que es, ha cambiado la hora de apertura. Te entretienes con el logo que brilla en un color u otro según le dé el sol, criticas el diseño del trozo de papel para bien o para mal, tu grupo y tú habláis sobre las diferencias entre las entradas o exponéis vuestras teorías sobre esos números extraños que hay en los laterales de las mismas, evitáis a toda costa prestar atención a las anotaciones agoreras que hay en la parte trasera del papel, no vaya a ser que se gafe el concierto. Se acaba todo el entretenimiento que se os ocurre. Y quedan 2 horas para la apertura de puertas.

Unos ruidos metálicos provocan un silencio que dura un segundo, seguido de un alboroto generalizado. Las miradas severas de los seguratas intentan convencer de que más vale no darles problemas. Pobres ingenuos. No saben lo que les espera. Recoges todo corriendo, colocas la cámara de fotos en su escondite por si las moscas, agarras bien fuerte tu entrada y empiezas a sacar los dientes a cualquiera que haga movimientos sospechosos contra ti o contra alguno de tus acompañantes. Comienzas a ponerte en posición, planeas la estrategia de entrada al estadio al milímetro como si estuvieras en la III Guerra Mundial, todo tu grupo tiene que llegar a primera fila sin desintegrarse. Si no es el primero al que vas, sabes que es una tarea muy difícil, pero no imposible. Dais las últimas instrucciones: "cuidado con los escalones", "no os separéis", "agarraos bien y expandiros todo lo que podáis en la valla" y demás señas. Los seguratas han terminado de poner las vallas y de intentar formar filas para facilitar la entrada. Y queda una hora para la apertura...

viernes, 16 de marzo de 2012

Preparación


Tienes la entrada. Tienes la compañía. La maleta, casi a punto. No importa que queden meses. Pero los días vuelan, hay que ponerse en marcha, y quedan muchas cosas que organizar.

Primer paso: vuelos.
Si el grupo/cantante es internacional, y con las ofertas de viaje de hoy en día, las aerolíneas de bajo coste son las más rentables, sobre todo si piensas ir a varias ciudades durante la gira. España suele ser de los últimos países que los artistas internacionales visitan, si tienes la suerte de que vengan (en el caso de Take That, los hechos lo demuestran: primera visita con el Beautiful World, y da gracias), así que las opciones acaban siendo países cercanos como Francia o Italia, o Reino Unido donde la cantidad de conciertos es mayor. Pero también hay muy buenas ofertas para Alemania o Centroeuropa, con lo cual todo depende de los deseos o la economía.

Y ahora llega lo bueno. Ya tienes la ciudad, y rápidamente el aeropuerto, pero combinar a tu amiga de Galicia, con tu amiga de Andalucía y tú que vives en Aragón, es bastante complicado, y sobre todo cuando a cierta edad hay mayoría de gente trabajando que estudiando, complicándolo todo aún más. En lo que tardan en elegir día de salida, las tarifas varían de manera inesperada, incluso se han dado casos en el mismo día. Pero al final, con un poco de paciencia, conseguís los billetes.

Aparte de los aviones, hay gente que opta por combinaciones más baratas pero con su parte mala, es frecuente que el trayecto hasta destino sea extenso. La comodidad en estos casos tiene que ser un factor importante a tener en cuenta, pues son muchas horas en comparación con el avión. Los trenes hacia el extranjero tienen precios exorbitados pero son cómodos y con suficientes facilidades para amenizar el trayecto. Los autocares son la opción más barata, y la más incómoda. No puedes moverte de tu asiento excepto en las paradas programadas, y los asientos no se distancian demasiado entre ellos, así que si tienes las piernas largas, es totalmente desaconsejable. Además un viaje al extranjero en autobús no suele durar menos de 24 horas (a no ser que vivas muy al norte). Los más aventureros van en coche, propio o alquilado, teniendo más libertad de movimiento tanto durante el trayecto como en la ciudad de destino. Pero claro, antes hay que enterarse de los códigos de circulación de las zonas por las que vayas a pasar, y el eterno problema de aparcamiento.

Segundo paso: hoteles (o sucedáneos)
Más vale malo conocido… como dice el refrán.

Hay una gran variedad de hoteles, tenemos desde hoteles de 5 (o más) estrellas, aquellos que interesan a dos tipos de fans: uno, las groupies de turno; dos, las pijas que no pueden dormir en un sitio cualquiera. Muchas veces (fíjate qué coincidencia) ambos tipos se encuentran en la misma persona. Luego está la gente que ha ahorrado lo bastante porque ese viaje es fuera de lo normal, es más especial de lo que suele ser. Son hoteles de esos que tienes quien te lleve la maleta a la habitación, te dan un detallito de bienvenida, y te saludan SIEMPRE que te los cruzas. La educación ante todo, no sólo en los saludos, sino también en la manera de expresarse y de gesticular. No me extrañaría que estuvieran obligados a hacer un curso de protocolo si no lo han hecho previamente. Y es que un hotel de tal categoría no puede tener fallos. Te puede gustar más o menos el estilo barroco de las paredes tapizadas y suelos enmoquetados a lo Luis XVI, o el diseño cubista de la fachada que te desorienta y que si no fuera por el maletero de la puerta, no sabrías por dónde entrar, pero tienes que buscar bien los fallos, o tener la mala suerte de haberte metido en un hotel de muchas estrellas pero desde hace un siglo.

Pero el resto de los mortales somos más prácticos. Necesitamos una cama donde dormir y una ducha. Ya está. Vas de concierto, vas a pasarte horas haciendo cola, tras el concierto estás reventado y sólo piensas en dormir, y si te queda tiempo libre, normalmente lo utilizas para hacer turismo.

Si vas con un grupo numeroso, los albergues para mochileros salen bastante bien de precio. Los precios son más bajos cuanto más gente metas en una habitación, y la mayoría de veces incluye desayuno o al menos una cocina que los huéspedes pueden usar. Lo malo es compartir el baño con toda la planta, no apto para quisquillosos/escrupulosos, pero si buscas bien, hay alberges que cuidan mucho de la limpieza en las zonas comunes.

Si vais un grupo de entre 3 y 5 personas, yo siempre aconsejo coger un hostal, o un bed&breakfast en el caso de Reino Unido, ante todo si la idea de compartir habitación con desconocidos no os convence. Estos hostales suelen ser dos o tres edificios de viviendas colindantes, todas ellas reformadas para alojar a visitantes. Cierto es que hoy en día encontrar un hostal cuya reforma haya ocurrido hace poco es raro. Pero, como en el caso de los albergues, la calidad de las instalaciones depende de cada edificio, no de la cantidad de estrellas o de los comentarios que encuentres por Internet. Los fallos de estos sitios suelen ser camas viejas, paredes desconchadas, alguna que otra cosa rota como lámparas, cajones, etc., cosas que yo personalmente considero se pueden pasar por alto. Luego hay fallos más graves como puertas que no cierran bien, problemas de insectos, etc. Pero irse de gira y descubrir sitios nuevos conllevan sus riesgos.

Otra opción, menos usual y más cara, son los apartahoteles. Son apartamentos para 1 o 2 personas, menos frecuentes para 3 o 4. No he encontrado ninguno para 5 personas de momento. Te ofrecen la comodidad de estar como en tu casa, cocinar tú mismo pues ya vienen equipados con todos los utensilios: cubiertos, vajilla, cazos y sartenes. Por contraparte, y al igual que en tu casa, te tienes que encargar de la limpieza. En estos alojamientos, el precio de la habitación depende de la duración de la estancia. Si por ejemplo vas a aprovechar el viaje y vas a estar de turismo durante la semana del concierto o más tiempo, es una opción a contemplar, pues suele haber descuentos bastante interesantes a partir del quinto día aproximadamente. Además, hacer la compra en un supermercado sale más rentable que comer en restaurantes, sean o no de comida rápida.

Una vez comprados los billetes, y reservado el hotel, ya empiezan otros tipos de compras (¡si es que todo es gasto!). Hay que tener en cuenta el gasto de transporte desde el aeropuerto hasta el hotel; luego, si no va incluido, el que usas para moverte por la ciudad o para llegar al estadio que, al igual que el aeropuerto, no está cerca del centro de la ciudad. Esto muchas veces puedes gestionarlo a través de Internet, a veces con algunos descuentos, de tal manera que los títulos de transporte los tienes previamente al viaje, para mayor organización y agilidad a la hora de moverte por la ciudad. Llegas y no tienes que desperdiciar tiempo haciendo colas interminables o intentando explicarte en un idioma extranjero nada más llegar.

Todo eso en cuanto a gasto que tienes a 6 meses de la fecha clave. Luego una vez allí hay que contar con dinero para comida, dinero para merchandising, dinero para souvenirs, dinero para imprevistos, etc.

Y es que nadie dijo que ser fan fuera barato.

domingo, 11 de marzo de 2012

Las giras

Esa sensación de no haberte cansado aún del último disco, publicado hace apenas un par de meses, y empezar con la dura decisión de ¿dónde me voy de gira? Aún no sabemos cuándo sacan a la venta las entradas ni dónde van a tocar y ya estamos haciendo las maletas. Es inevitable. Al igual que inevitable, y obvio, es que tras unos años conociendo al grupo, sabes de sobra cuáles son los sitios indispensables: Londres y Manchester. Y ya sabemos que más de una fecha tocarán en esos lugares, y que serán las entradas más logradas. Pero hasta conseguirlas, aún queda camino...


En primer lugar, la economía. Si nos hemos quedado en números rojos al comprar el disco, mal vamos. Cada cual es como es, y con la edad algunas personas van priorizando cosas más importantes (los sensatos, para qué engañarnos) y luego las personas que hacen lo que sea con tal de ir. Una vez analizada nuestra economía, decisión básica para decir sí o no a la gira, se procede a llamar, escribir en el muro de Facebook, enviar un whatsapp, etc a los más allegados, esos amigos incondicionales que están tan locos como tú por "escapar de la rutina" (excusa mala donde las haya. Vas a lo que vas. Punto.).Pero ¡ay, malditas redes sociales! Conoces a tanta gente de sitios tan dispares con tantos círculos de amigos a lo Google+ que la teoría de los 6 grados es raro que suceda, y conseguir cuadrar tus deseos de ir acompañado por tus dos mejores amigos puede acarrearte más dolores de cabeza que entender toda la matemática existente. Eso si no contamos con los amigos de tus amigos que se apuntan también, y que puede suceder típico caso de "si va fulanito, yo no voy". Porque todos queremos que salga perfecto, que sea un viaje estupendo, idílico... Seamos realistas. NUNCA será así. Otra cosa es que después nos quedemos con los buenos ratos y olvidemos lo malo.


Una vez organizada la compañía que te llevas, empiezan los primeros roces. "Yo quiero ir a Manchester", "yo prefiero Londres", "yo el sitio más barato", "yo el menos concurrido"... Tras un tira y afloja durante unas semanas o meses, depende de lo difícil que sea hablar con tus contactos, ya tenéis una lista de ciudades posibles, ordenadas por preferencia, justo a tiempo cuando salen publicadas las ciudades donde tocarán y dan comienzo a la cuenta atrás para "el día negro", la venta de entradas. Ese día donde l@s fans colapsan Ticketmaster y Seetickets, y los foros, más que foros, son chats.


¿Y quién se encarga de comprarlas? Últimamente veo más frecuente la situación de una que conoce a una amiga de una compañera que tiene una vecina cuya hija está de Erasmus en Inglaterra que puede pillar las entradas. Y es que por alguna extraña razón, la gente que se encuentra en la isla británica suele tener mejor "suerte" o suelen ser más "rápidas" a la hora de la compra. Cosas de internet... Pero en fin, tras un par de horas del estrés más puro y duro y con el F5 medio roto, ya están las entradas, compradas sin saber cuánto han costado (el desconocimiento nos hará felices), con la intriga de si son de pista o de grada (nos gustan las sorpresas), desconociendo el estadio de turno (viva la aventura), y ni siquiera sabes a qué ciudad te vas de concierto finalmente. Suele suceder que al tercer día ya has aprendido a pronunciar el nombre. Tanto cuadrar deseos de la gente para luego acabar así. Pero tú feliz como una regaliz. Tienes entradas. Te vas de concierto. ¡Felicidad!