jueves, 1 de mayo de 2014

Reikiavik en la sala El Sol



Un concierto es bueno cuando días después, al recordarlo, se te escapa media sonrisilla. En el caso del bolo de hace ya una semana, no es media sonrisilla, es una sonrisa que me da vuelta y media a la cabeza, justamente como empezó aquel show: se apagaron las luces, empezó a sonar una nueva música y allí salieron los cinco de Reikiavik, sonrientes como jamás de los jamases los había visto salir a un escenario. Brillaban. Aquello prometía.

Sabía que había sorpresas aquella noche, pero la primera no se hizo esperar demasiado. Un Javi peinado a lo Miles Kane pero con su propio estilo tan característico a la hora de vestir, comenzó el concierto como manda la rutina, a pelo, directamente la primera canción.

Un vuelco no, mil vueltas de campana dio mi corazón al reconocer Luna, una canción de sus inicios, de cuando tocaban en La Palma, de cuando los conocí. No era Primavera Del 90 (me hubiera muerto allí mismo) pero como ya dije, Luna es especial. Había cambiado, no era la misma canción de antaño, pero conservaba algo de sus raíces y aquello me hacía recordar con más fuerza, comparando el pasado y el presente que había visto en ellos, cómo habían evolucionado, cómo habían crecido encima del escenario.


Lagrimillas de orgullo aparte, el show continuó sin apenas percatarme hasta que empezaron las guitarras insistentes de Plan De Despedida 1, la canción con la que todo el mundo que ya los habíamos visto en directo esperábamos que iniciasen la noche. Le siguió Aquellas Calles y Tú El Dictador Y Yo El Revólver, con algún que otro percance de por medio pero que llevaron lo mejor posible.

Y de nuevo dos temas que nadie esperaba: Partículas De Mí y Sombras. Y yo como una idiota con la esperanza de escuchar mi favorita con tanto flashback sobre aquel primer EP. Imagino que su intención fue hacer un muestrario no sólo de Daño Universal, sino también rememorar el origen de la banda con estos temas que no tocaban en directo desde hacía dos años. Se me hizo raro sin embargo que no sonara El Gran Perderdor, un tema que solían tocar antes muy a menudo, pero que en esa noche yo particularmente no eché en falta para nada.

Para mí fue una actuación espectacular y fuera de lo común, se movieron y les vi muy sueltos, hasta el más tímido, Isma, se ganó a los fotógrafos pie en woofer y dando protagonismo a su bajo. Incluso hubo presentación de cada miembro por separado, olvidándose el propio presentador de sí mismo, pero ahí estaba Miguel para recordarle cuál era su nombre. Los que me acompañaban esa noche estaban ojipláticos, asegurándome que Reikiavik superaban a otras bandas en conciertos a los que también habían ido conmigo.

Quitando alguna que otra bloggera que estuvo más de una canción delante mía porque ella lo vale, fue una noche difícil de olvidar y de superar, un concierto de hora y media que se quedó muy corto, y así lo demostramos una gran parte gritando "otra, otra" cuando pusieron punto y final con Salto Mortal, el mejor cierre que tienen sus directos. Ahora tan sólo queda la larga y tortuosa espera hasta el próximo concierto, o quién sabe qué otras sorpresas guardarán en el bolsillo...