lunes, 25 de noviembre de 2013

Una canción

Una canción puede ser un éxito, un hit, un temazo, temón, etc. Hay canciones para reír, para llorar, para ser feliz, para estar de bajón, para concentrarse, para bailar, para dormir, para no dormir, para enamorar, para odiar, para pensar...

Clock Face es una de "mis" canciones, es el ejemplo más claro de la canción correcta en el momento oportuno. Llegó a mí por azar, un desconocido de una discográfica la repartía a la salida de un concierto en Barcelona. Casi no fui a ese concierto por no tener quién me llevara, pero el destino se puso de mi parte, o más bien mi padre quien debió pensar que ya tenía edad para irme de concierto a otra ciudad.

Aquella época no era mi mejor momento, estaba perdida, me había dado de bruces con la realidad y mis ilusiones de tener un título universitario se habían evaporado con amargor, primero con el periodismo que no pude estudiar y luego con Filología del que estudié un par de años. Pero ése era "mi plan": estudiar y luego marcharme de Alicante. Y no había plan b, ya no sabía qué hacer con mi vida.


Aquel concierto de un grupo que empezaba, Keane, fue ya de por sí distinto. Conocer a los mismísimos cantantes era un privilegio para unos pocos en aquel entonces. Que yo fuera sola al concierto era otra nueva cosa a vivir. Muchas experiencias nuevas y gratificantes en una misma noche. Y con mi sonrisa de idiota-postconcierto alguien con una camiseta donde se leía "Sinnamon Records" me paró y me dio un single, en cuya portada se podía ver un molino y un campo a contraluz. Se llamaban Budapest. Jamás había oído hablar de ellos. Mi padre me recogió según lo acordado, y al montarnos en el coche, lo primero que hice fue poner el cd. Empezaba suave pero luego adquiría tal ritmo que me cautivó. Y atravesar Barcelona de noche, desierta a aquellas horas, con esa banda sonora de fondo, es uno de los mejores recuerdos que tengo.

Lo poco que entendí de la letra aquella misma noche me caló, era imposible no identificarme con lineas como “if I don't know then who else will” o “please be a phase that's all”. Más tarde, el propio cantante explicó el mensaje de la canción: trata sobre lo que nos está establecido por la sociedad, la moral o lo que sea. Todo el mundo tiene la idea implantada de que lo que hay que hacer en la vida al llegar a cierta edad es estudiar para tener un buen trabajo, casarse, tener familia, (“if I don't hear then I'll assume that everybody's singing the same old tune”) y el conflicto, las dudas, la presión que supone cuando tus deseos son otros (“is it the time to draw a line?”/“it doesn't feel natural feels too slow”/“it feels so wrong the pressure's on, I can't ignore it any longer”). La canción trata de negarse en rotundo a seguir el plan establecido (“I spike myself, I kick and scream”/“I will not learn the words”), a hacer lo que uno crea conveniente con su propio tiempo de vida (“I turn my clock to face against the wall”).

La canción no cambió mi vida, pero me ayudó a verla desde otra perspectiva. Si la Universidad y el plan no habían salido bien, es que no eran para mí. Al tiempo de empezar a convertirme en una seguidora de Budapest, dejé la universidad mientras seguía trabajando de niñera, ahorrando dinero básicamente para música, en concreto, para posibles conciertos de Budapest, aunque luego me lo gasté casi todo en "mi primera" gira. Mi cantante favorito de la adolescencia iba a pasar por mi país después de 9 años con sólo dos fechas, y no me lo pensé. Me iba a Barcelona y luego a Madrid. Mi primer viaje por mi cuenta, y con escala. Acojonada se quedaba corto, pero las ganas de cumplir mi sueño y el saber que esa oportunidad no volvería podían con todo. Fue un viaje que jamás olvidaré, por la gente que conocí, lo mucho que pude aprender a desenvolverme y en el que me di cuenta de cómo un simple concierto me hacía tan sumamente feliz.

Pero para seguir yendo a conciertos y viajar necesitaba dinero, más de lo que ganaba, así que necesitaba tener algunos estudios para conseguir un trabajo estable, y siguiendo el consejo de mi madre me metí a estudiar un ciclo de formación profesional de Secretariado Internacional. Tenía dos idiomas, informática y era corto. Perfecto. Parecía que las cosas se iban aclarando, no sabía a qué dedicarme pero quería ir a conciertos, y así lo conseguí.

Un par de años después ya había estado en Barcelona, Madrid, Málaga, Zurich, Manchester y Londres en varias ocasiones, y todo por conciertos. Y todo comenzó por aquella canción que me dio fuerzas a seguir intentando buscar mi camino. No sé si será el correcto, pero me gusta y soy feliz así. Porque un concierto no es sólo ver a alguien cantando y bailando, es la gente que conoces, fijarte en cómo está organizado el espectáculo, las diferentes salas o estadios y la diferencia de sonido entre ellas, las charlas con las bandas, la gente entregándose a la música como si no hubiera mañana, los comentarios e intercambios de opiniones sobre lo bien o lo mal que ha estado... Cada concierto es un mundo, una experiencia única e irrepetible.

Ahora cada vez que escucho Clock Face me hace pensar en lo lejos que he llegado, en los sueños que he cumplido, y que por muy perdidos que estemos, siempre hay que hacer cosas que nos hagan felices, fuera de clasicismos e ideas preconcebidas.

....only my expectant eyes looking for diamonds in the sky, the only one looking for this prize....