martes, 9 de julio de 2013

Madrid-Londres-Glasgow-Alicante I

Primera parte: Londres

Cada viaje ya de por sí es una aventura, no sabes qué te puede suceder pero sabes que vas a pasártelo bien. Y si ya encima el viaje es por algo como un concierto, está claro que te lo vas a pasar mejor que bien. Como ya anuncié en una de mis anteriores entradas, me fui de concierto a Londres y a Glasgow a ver en concierto a Mark Owen. El susodicho sólo sacó gira por Reino Unido, y de lo más repentinamente. Y allá que me fui yo, a la aventura nunca mejor dicho, porque en esta ocasión me iba sola a Londres. No era la primera vez que me decidía a viajar sola a esa ciudad, pero sí para ir a un concierto. Ahora que ha pasado, en ese aspecto tampoco fue muy diferente, eso sí, no me gasté tanto dinero en ropa como la primera vez (me aburría, me iba de compras. Esta vez iba más en plan fotográfico).

Pero sí que fue muy diferente en el resto de aspectos. Para empezar, ya tuve que desempolvar mi inglés estando en Atocha ante unos guiris que un poco más y aparecen en Príncipe Pío en lugar de en la T4. Y una vez allí, bueno, para qué... Llego y me entero de que hay huelga en Francia, vaya puntería la mía. Así que la T4 y yo nos hicimos graaaandes conocidas en aquel día. Pero la experiencia es un grado, y los cargadores de mp3, cámara y móvil iban conmigo en lugar de la maleta facturada. Hice bien porque eso me salvó de muchas horas aburridas. Sobre todo me entretuve en desenganchar la cremallera del bolso y en enchufar el cargador del móvil a una pared. Parece fácil, ¿no? Pues no. La mayoría de los enchufes de la T4 tienen mucha holgura (como de enchufe de aspiradora o electrodoméstico grande) así que un cargador pequeño se cae constantemente. Pero con un poco de ingenio y un par de chaquetas conseguí hacer una especie de trípode donde apoyar el cargador y rellenar la batería de mi móvil.

Mi vuelo salía al mediodía, salió al final casi a las 8 de la tarde. Yo solamente rezaba por no perder la reserva de hotel como ya casi nos pasó en otra ocasión con otro retraso de no sé cuántas horas (gracias EasyJet). Pero lo chistoso fue cuando ya con todo el mundo a bordo del avión, cinturones abrochados, etc etc. Nos anuncian por la megafonía del avión y en inglés (y la gente que no entiende inglés bien ¿qué?) que el vuelo, debido a problemas con la huelga de Francia, no llega al aeropuerto de la City, sino a Southend. Nunca había estado en ese aeropuerto pero por las quejas y las caras de disgusto de la gente, me daba a mí que no estaba tan cerca de la ciudad como el City. En fin, era eso o quedarnos en tierra. Ya me las apañaría una vez en tierras anglosajonas. El aeropuerto del Southend está a medio hacer, y no deja de ser un hangar convertido en pequeño aeropuerto. Llegamos y nos metieron en un bus que nos dejaría en el aeropuerto de la City, asegurándonos que el transporte público estaría disponible para cuando llegáramos. Sí, claro, el penúltimo DLR (tren) pasó justo cuando nos bajábamos del bus. Y eso que me bajo del autobús, y siento un dejà vu. Había vuelto a Sunderland 4 años atrás: salida de un concierto multitudinario, todo el mundo desaparece en coches, y de pronto ¡¡¡no había ni dios!!! A la mayoría de la gente del autobús venían a recogerla, y los primeros que salieron del bus como alma que lleva el diablo se abalanzaron sobre los taxis. Y allí estábamos cuatro gatos nunca mejor dicho: una adolescente a la que llegaban tarde a recoger, un chico de unos 30 y pico con traje, un señor ya mayor y servidora.

Pasaron unos 30 minutos hasta que llegó un taxi que compartí con el chaval. Fue curioso el viaje, entre nosotros hablamos más bien poco pero lo divertido fue ser testigo de los malentendidos entre él y el conductor, quienes no se entendían ni para atrás. Intenté explicarle al tío qué le estaba diciendo el taxista, pero estaba demasiado inmerso intentando hablar correctamente en inglés, y ni me escuchó. Cuando se bajó, me dediqué a darle conversación al taxista que muy amablemente me dijo qué podía hacer por Shepherd's Bush cuya actividad se resumía en pasar el rato en Westfield, el centro comercial superhipermegachulomodernoquetecagas que acababan de abrir. ¿Dónde me había metido? ¿En qué barrio iba a estar los próximos 4 días? Menos mal que la comunicación con el metro es buena y aquello me salvó. El taxista no sólo fue mi guía turístico en esa noche sino que además me rebajó la tarifa (había cobrado de más al otro, vaaaaya qué torpeza, no?) y me hizo de guardaespaldas mientras yo me dedicaba a despertar al buen hombre que regentaba el hotel, quien al verme simplemente confirmó mi nombre y me dio la llave de la habitación. Si se la puede llamar así. El hotel estaba muy modernizado, remodelado recientemente, pero la habitación no era enana, era... ¿Compacta? Sí, por ejemplo. Al final me fui a la cama sobre la 1 y media, hora inglesa.

Ains las horas inglesas. Parezco nueva en esto algunas veces. Cambié el reloj de pulsera nada más bajar del avión, pero no la del móvil, es decir, la del despertador. Sonó el despertador y yo me levanté medio zombie, ducha rápida, desayuno en el hotel de al lado y empiezo el turismo. Y eso que sales a la calle, un día de diario, y dices: ¿dónde está todo el mundo? Oh shit! Efectivamente iba una hora por delante de los ingleses, ¡pensaba que eran las 9 y media! Así que me lo tomé con calma y dado que tenía tiempo de sobra, hice fotos al parque donde me acordé de que la última vez que estuve allí fue con un grupo de argentinas a las que acababa de conocer y con las que me lo pasé genial, y pensé en lo divertido que podría haber sido de haber estado ellas allí. Y luego pretendía hacer foto preconcierto a la sala donde iba a tocar Mark. Cuál fue mi sorpresa al ver que ya habían como unas 10 personas allí. Algo está cambiando con las fans inglesas, ellas nunca hacen fila tan temprano. Era surrealista. Así que, con entrada general, reajusté el plan y la hora que había ganado esta mañana la había perdido junto con otras 4 si no quería quedarme en última fila. Aquella mañana sólo me dio tiempo a ir a Camden con parada obligatoria de compra y relax en Yumchaa Teas, una tetería en The Stables con vistas al canal.

Normalmente cuando voy, que es en cada viaje que hago a Londres, puedo pasarme horas y horas allí, pues el sitio es perfecto para ello. Pero aquella mañana no fue posible y tan pronto como terminé mi English Breakfast tea (buenísimo) de vuelta a a la calle a tirar fotos por el canal y al metro. Comida rápida en McDonalds con Daft Punk de fondo y a la cola, donde ya me percaté de que las primeras no eran todas inglesas. Pero sí había mucha adolescente. La nueva generación takie en su (probablemente) primer concierto en una sala. Parecían que hacía cola par ver a Take That, con caras pintadas, banderas, y toda la parafernalia que no me es rara de ver en grandes estadios pero que allí llamaba demasiado la atención.

El concierto no estuvo mal, pero entre que Howard, otro de los componentes de Take That, estaba en el palco y aunque lo evitaba no pasaba desapercibido, las adolescentes gritando cada vez que Mark abría la boca, el efecto de las luces no se distinguía con tanto humo de máquina y el sonido dejaba mucho que desear, no fue de los mejores conciertos en sala a los que había ido (aún hoy sigue siendo peor el concierto que dio en 2005 en la Moby Dick). Los teloneros Animal Kingdom fueron contratados a última hora tras sacar del cartel a los anteriores (The Boy Least Likely To) por razones técnicas según versión oficial. Para mi gusto, salieron perdiendo pues Animal Kingdom no eran nada del otro mundo encima del escenario, les faltaba fuerza, una fuerza que sólo demostraron en la última canción. En Londres la verdad es que no vi mucha gente emocionada con ellos, lo normal, unas cuantas palmas y caras de "baja ya del escenario para que entre el otro". Mark estuvo como es él, activo, sin dejar de moverse por el escenario, intentando en vano hacerse oír por encima de los gritos entre canción y canción. Yo iba con los deberes hechos y el setlist aprendido, y cierto es que para mí fue toda una sorpresa que subiera a cantar Jake Emlyn, colaborador en el álbum, y las canciones nuevas sonaban muy bien y eran muy animadas, pero para mi gusto, hubiera metido más canciones del anterior disco, How The Mighty Fall. Cuestión de gustos.

Como anécdota de la noche, yo iba sola y terminé la noche con cinco españolas y una argentina. Cosas de los conciertos. ¡Ah, sí! Y la cremallera del bolso rota al final, como era de esperar. Y aún tenía día y medio más en Londres y luego Glasgow. Genial. Pero ni siquiera eso me quitó el buen humor de aquella noche.

El siguiente día en Londres puede resumirse en búsqueda y compra de souvenirs varios. Y sí, vale, también me compré cosas para mí, pero no ropa, sino unos discos que me interesaban tener en original y que quería comprar en tiendas de música concretas: Rough Trade y Roxy Sister. Rough Trade la conocía por ser la primera que tuvo el disco de Satellites y Roxy Sister la conocí allí mismo buscando en Google algún sitio cerca de Oxford Circus donde comprar música. Rough Trade tiene dos tiendas en Londres, y la de Notting Hill me venía perfecta para pasearme por Portobello, con la parada obligatoria en el Starbucks donde me encanta sentarme y ver a la gente pasear. Y ya de paso reírme de lo contento que se ponen los turistas españoles o italianos cuando entran a un Starbucks y ven que el barista es español (Antonii! habían puesto en su chapa).

Rough Trade es una tienda pequeña pero con mucha historia, y el hombre que había tras el mostrador, el más mayor de los que allí había y que tenía pinta de llevarla, de lo más majo. Estuvo hablándome de discos, le pregunté por los que buscaba y luego tuvimos una animada charla sobre cómo se pronuncia Satellites (/séitalaits/, ahí es nada) y dónde encontrar una tienda donde comprar púas de guitarra, que él muy amablemente me indicó y casi me llevó! Así que salí de Rough Trade con un disco de Satellites para una amiga, lo nuevo de Beady Eye, y un disco de The National (no el último).

Ice Ice Berry (vanilla)
En cuanto a Roxy Sister, me costó lo suyo encontrarla. Me perdí en el barrio y estuve dando vueltas como una tonta hasta toparme con otro Yumchaa donde me decidí a probar, no muy convencida, los tés helados. Pisando sobre seguro escogí el Ice Ice Berry con vainilla, que llevaba frutos rojos. ¡Enorme y delicioso! Altamente recomendable si vais a Londres y aprieta el calor. Además de refrescarme, el Yumchaa me ayudó a orientarme (es lo que tiene tener localizadas algunas tiendas), y entonces me acordé de algo más: era la calle de una portada de un disco de Oasis. Y en esa misma calle, casualidades de la vida, estaba la tienda. En Roxy Sister, una tienda enorme donde te puedes encontrar de todo, encontré los discos que me faltaban de la lista, uno de Kasabian y dos de Blur. También cabe mencionar que mientras daba vueltas di con una tienda de aparatos musicales, Chapell, que sería la delicia de cualquier profesional o que quiera serlo. La tienda ocupaba toda la parte baja de un edificio enorme, dos plantas atestadas de instrumentos por lo que se veía los cristales.

De Oxford Circus fui a Seven Dials, concretamente a Arc Nest, una tienda friki de cómics donde compré dados de rol para los amigos y una cajita de variados para mí, no pude resistirlo. La tienda era muy pequeña, estilo las que hay en Madrid, pero la diferencia es que en ésta no se veía nada de pared, estaba todo hasta arriba de cómics, figuras, juegos de mesa y demás. Y además tenía otro piso arriba en plan biblioteca. Impresionante ver tanta cosa en un espacio tan reducido. Cuando terminé en la tienda, y teniendo Covent Garden al lado, me fui al mercado a seguir con las fotos y a conseguir algo de WiFi en Le Pain Quotidien. Ya lo había conocido cuando fui con unos amigos y me había encantado esa cafetería repartida a lo largo del edificio. Subí hasta la última planta y me senté en la mesa comunal, una mesa enoooorme que tienen para compartir. Como era de esperar, todo el mundo prefería la terraza, así que tenia toda la planta y para mí sola. Me puse a escribir y mirar Internet hasta que llegó un grupo grande de edad avanzada que a saber por el escándalo, no eran de allí. Más tarde, al oírles hablar, reconocí el acento, eran de Barcelona. Y con las bromas y confusiones entre inglés y catalán, les eché una mano con la traducción, dándome cuenta de que por fin había encontrado el sentido al estudio del valenciano: ¡para hacerte entender en Londres con catalanes! Las señoras que vieron que yo me manejaba muy bien con la carta, en lugar de pedirle recomendaciones a la camarera me la pedían a mí, y de hecho una me preguntaron qué era lo que yo estaba tomando. A punto estuve de decirle: el moccacino, chocolate + café, más amargo que he probado en toda mi vida (aquella noche no dormí nada).

Mis compras :)
Tras aquella vivencia con los catalanes, recogí mis compras y me volví al hotel, pues empezaba a anochecer y aunque quería hacer fotos desde Primrose Hill, de noche estaba claro que no iba a poder hacerlas. Y de igual manera, Somerset House ya había cerrado. Así que mantuve la esperanza de pillar Hamley's abierto, y sí, lo pillé abierto, durante 5 minutos. Así que di un paseo por Regents Street y Piccadilly para terminar cenando en un restaurante italoamericano que ya conocía, el Garfunkels, donde la conexión WiFi iba como la seda, así que intenté estar allí el mayor tiempo posible pero el cansancio empezaba a hacer mella. Había salido del hotel a las 10 de la mañana y eran ya casi las 11 de la noche, sin duda había aprovechado bien el día. Pero lejos de terminar las aventuras por aquel día, de camino al hotel en el bus había una señora inglesa y su hijo que no encontraban Oxford Street y a los que acompañé hasta esa calle, donde yo me metí en el metro y ellos siguieron su camino. Y cuál fue mi sorpresa que al pasar el metro por Notting Hill Gate sube el barista del Starbucks (el Antonii!), y que se baja en la misma parada que yo. Y adolescentes catalanes en el metro también (había buenos vuelos baratos Barcelona-Londres aquella semana al parecer). Y cuando por fin llego al hotel, sin nada de sueño pero con mucho cansancio, me cruzo con el dueño del hotel al que no había vuelto a ver desde la primera noche, que al parecer se aburría porque empezó a darme conversación y una que es muy educada pues aguantó y estuve de charla un buen rato hasta que ya no aguantaba más, mis pies necesitaban descansar y más teniendo en cuenta que al día siguiente llegaba mi amiga Fani y estábamos dispuestas a hacer las cabras como ninguna otra por todo Londres.

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